Cuando me paro a contemplar los años
que han esparcido huyendo mis pensamientos
y apagado el fuego donde helándome ardí,
y acabado el descanso de mis afanes,
rota la fe de los amorosos engaños,
y en dos partes todo mi bien dividido,
una en el cielo y otra en la tierra,
y perdido el provecho de mis daños,
en mi vuelvo, y me encuentro tan desnudo
que siento envidia por cualquier extrema suerte:
tanto dolor y miedo de mi tengo.
¡Oh mi estrella, oh Fortuna, oh Hado, oh Muerte,
oh para mí siempre dulce día y cruel,
como me habéis puesto en tan bajo estado!
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